En el tercer artículo de esta serie sobre los nuevos vehículos eléctricos, Mark Patrick, Technical Marketing Manager de Mouser Electronics EMEA, nos explica otra de las tecnologías más importantes que define el futuro, la cadena cinemática eléctrica en los vehículos eléctricos.
(Antes de empezar, recomendamos leer el anterior artículo de esta serie: Los bloques de baterías en los nuevos vehículos eléctricos).
Cuando los vehículos con propulsión eléctrica superen en número a los de propulsión por combustibles fósiles, será de hecho la segunda vez en la historia que esto ocurra. El interés por electrificar los coches de caballos se remonta a la década de 1820 y, a principios del siglo XX, los vehículos eléctricos suponían un tercio del tráfico. Nueva York llegó a tener una flota de más de 60 taxis eléctricos[1].
Sin embargo, el lanzamiento del Ford Modelo-T de fabricación en serie, junto con el descubrimiento de nuevas fuentes de petróleo, abarató la producción del vehículo propulsado por combustible fósil. El fin de la primera era de la automoción eléctrica fue inevitable y dio paso al motor de combustión interna. Unos 60 años más tarde, el embargo del petróleo árabe de los años 70, junto con el Rover lunar eléctrico de la NASA sobre la Luna, reavivaron el interés por los vehículos eléctricos. Lamentablemente, la disparidad de la densidad energética entre los combustibles fósiles y la tecnología de baterías disponible, unida a la incipiente industria de los semiconductores, hizo que los vehículos eléctricos quedasen muy por detrás de la tecnología del motor de combustión interna.
En nuestro anterior artículo sobre baterías, hablamos sobre el modo en que la disponibilidad de nuevas sustancias químicas para baterías nos ha permitido avanzar lo suficiente como para sostener una industria viable de vehículos eléctricos (VE) y vehículos eléctricos híbridos (HEV).
Sin embargo, para garantizar que los vehículos transformen en tracción la mayor cantidad de esta energía almacenada posible, los circuitos electrónicos tienen que ser muy eficientes. Así, los vehículos eléctricos actuales consiguen transferir alrededor del 60 % de la energía de la batería a los neumáticos, frente al aproximadamente 21 % de la tecnología convencional de los motores de combustión interna.[2].